lunes, 4 de abril de 2011

ιмρяєѕιóи 3∂, ℓα тє¢иσℓσgíα qυє νιєиє

Un ingeniero diseña por ordenador una prótesis de cadera. Utiliza un programa de diseño en tres dimensions (3D) que le permite ver la pieza desde distintos ángulos y modelarla según las peculiaridades de cada paciente. Cuando acaba, clica el icono de la impresora. Y de la impresora sale una prótesis real, en tres dimensiones, preparada para ser implantada en el paciente. 
Una impresora en 3D funciona de modo similar a una impresora convencional. Pero hay dos diferencias importantes. La primera es que no imprime con tinta sino con resinas, metales o algún otro material con que se quiera construir un objeto. La otra gran diferencia es que la bandeja de impresión baja una fracción de milímetro entre capa y capa. Hoy día, la impresión en 3D empieza a utilizarse, además de para crear prototipos, para producir objetos que se comercializarán. Aunque cualquiera puede diseñar un objeto en 3D con un ordenador personal si dispone del programa adecuado, la tecnología no está a punto para el uso doméstico. Las impresoras en 3D de Hewlett Packard se sitúan actualmente entre 15.000 y 20.000 euros, un precio prohibitivo para la mayoría de hogares. Pero, aunque es imposible predecir cómo se extenderá esta nueva tecnología en el futuro, su precio está destinado a bajar a medida que su uso se amplíe.

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